Por Blanca Padilla
El Estado mexicano, obedeciendo los mandatos del sistema económico neoliberal, está utilizando en nuestra contra una política de terror y exterminio pero, como sociedad, aún no reaccionamos, no actuamos para impedirlo.
Cada día llegan terribles noticias de
la violencia en el país, principalmente desde Guerrero y Veracruz. Fueron más
de 120 mil personas asesinadas durante la guerra de Calderón contra el narco y
ya cerca de 80 mil en lo que va del gobierno de Peña.
Más de 26 mil personas desaparecieron
en el sexenio pasado y cerca de 20 mil en lo que va del actual. Y no existen
los menores indicios de paz. Todo lo contrario, después de la escandalosa
desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa, en Veracruz se acaba de encontrar
prácticamente un cementerio clandestino con más de 250 cadáveres sin
identificar.
Y este hallazgo no lo hizo el
gobierno, sino la sociedad civil organizada que en Guerrero y en Veracruz ha
decidido salir a los parajes solitarios a buscar a sus amigos y familiares
desaparecidos, ante la inoperancia del gobierno.
La zozobra entre la población crece.
Las matanzas entre grupos narcotraficantes no se detienen. Pero no hacemos
nada. La estrategia gubernamental está cumpliendo su objetivo: ha logrado que
la sociedad comience a paralizarse por el terror.
Esta violencia sistemática e
intencional se ha constituido en un mecanismo de control social al infundir
miedo y terror entre la sociedad, como ha señalado el Comité de Familiares de
Detenidos Desaparecidos ¡Hasta Encontrarlos!
Por eso, como sociedad, estamos
llamados a desarticular ese mecanismo y para ello no sólo hace falta que nos
enteremos de lo que nos está pasando, es necesario que asumamos nuestra
responsabilidad en la generación de la violencia y que participemos para
generar la paz.
De lo contrario, la violencia seguirá
moviéndose hacia esquemas de naturalización que nos dejarán sin posibilidades
de poder marcarle un alto, como dice el doctor en Sociología y catedrático de la
UNAM, Alfredo Guerrero Tapia.
Un primer paso para lograrlo es
desterrar la apatía y atrevernos a sentir el dolor por los asesinados, por los
desparecidos, por los encarcelados injustamente, por las viudas, por los
huérfanos… por todas las víctimas de esta violencia genocida, aunque no sean
nuestros familiares.
“Es necesario que la sociedad sienta
el duelo por la violencia que se está viviendo, porque sólo al procesar esta
dimensión socioafectiva se puede dar lugar a la solidaridad y a la toma de
conciencia”, señala el doctor Guerrero Tapia. Tenemos que sentir que estamos en
guerra y que algo debemos hacer para frenarla.
En otras palabras: México, “¡dime que
estás llorando!”, como dice el cantante León Gieco. Dime que aún sientes, dime que
estás llorando y sabré que hay algo de ti que vive todavía.
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